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       Ninguno de los 50 estados toleraría
      un campo de tiro tan cercano a una población. 
      La representación ante el
      Congreso de cualquier estado se aseguraría que este tipo
      de operación cesase. Pero Puerto Rico no es un estado;
      su gobernador y su delegado no electivo ante la Cámara
      de Representantes deben emplear en cambio la persuasión. 
      Es hora de que la Marina de Guerra
      interrumpa los ejercicios de fuego vivo o los mude a un lugar
      más seguro. 
      Y también es hora de que el
      Congreso establezca un proceso neutral por el cual los puertorriqueños
      puedan decidir si están listos para la estadidad, con
      las ventajas y responsabilidades que ésta implica. CHRISTIAN
      SCIENCE MONITOR
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