21 de enero de 2005
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George W. Bush para un segundo término: ¿qué tal le irá a Puerto Rico?
Ayer al mediodía, en medio de la más estricta seguridad que ha visto la capital en su historia, con lanzadores de misiles circundando la ciudad, legiones de policías uniformados y con atuendo civil repartidos entre la enorme multitud reunida alrededor del edificio del Capitolio y a lo largo de toda la ruta del desfile en la Avenida Pennsylvania, el Presidente George W. Bush fue juramentado para su segundo término como Presidente de los Estados Unidos por el Juez Superior del Tribunal Supremo, William Rehnquist. Minutos antes, el Vicepresidente Richard Cheney también tomó juramento de su segundo término en el oficio.
La toma de posesión cerró la ciudad de Washington por todo el día en que los empleados federales no tuvieron que ir a trabajar y las calles se llenaron mayormente con los que apoyaron a Bush y alguno que otro manifestante. Se informó que fue la inauguración más cara hasta la fecha ya que el costo de las medidas de seguridad fueron tres veces más elevado que ninguna otra antes. Barricadas de doce pies de alto rodearon los parques públicos a lo largo de la ruta del desfile, con acceso personal para los observadores estrictamente limitados a los que respaldaron a Bush y fueron aprobados con anticipación haciéndoles entrega de pases con codificación de colores. Las cámaras de seguridad sobre los postes de alumbrado enviaban imágenes a un centro de control cercano en el norte de Virginia, repleto de monitores para dar alerta de cualquier peligro que amenazara al Presidente.
Desde la plataforma especialmente construída para estos fines en el ala oeste del Capitolio de los Estados Unidos, el Presidente se dirigió a un cálculo de 100,000 friolentos espectadores y millones que lo vieron por televisión. Su discurso, que comenzó a tiempo al mediodía, se volcó hacia los temas de libertad y seguridad a nivel doméstico e internacional.
No es sorprendente que no haya hecho mención alguna de Puerto Rico o ningún otro territorio en los 21 minutos de su discurso, a pesar de que hubieron abundantes referencias al compromiso de su gobierno hacia el proceso democrático.
Después de pasar revista rápidamente al papel de los Estados Unidos en la defensa de la libertad alrededor del mundo, "haciendo guardia en lejanas fronteras", el Presidente llegó a una referencia implícita de los ataques terroristas del 11 de septiembre, al que se refirió como el "día de fuego". En defensa de su decisión de llevar la Guerra contra el Terrorismo a Afganistán e Irak, dijo a los reunidos que "la sobrevivencia de la libertad en nuestra tierra cada vez depende más del éxito de la libertad en otras tierras. La mejor esperanza para la paz en nuestro mundo es la expansión de la libertad por todo el mundo".
A nivel doméstico, el Presidente hizo énfasis en su preferencia por la iniciativa personal más que la acción gubernamental como enfoque para aliviar los problemas sociales y su deseo de incluir a intituciones privadas en las soluciones gubernamentales que se tomen en torno al Seguro Social y los servicios de cuidado de salud. "En el ideal de libertad en los Estados Unidos, los intereses públicos dependen del carácter privado en la integridad y la tolerancia hacia otros", proclamó. "Nuestra nación depende de hombres y mujeres que cuidan de su prójimo y envuelven al perdido en amor".
En conclusión, el Presidente Bush vinculó sus aspiraciones por el futuro del país a la voluntad de Dios y a los principios básicos de la democracia estadounidense. Se refirió a los comentarios de un observador en 1776 cuando la campana de la libertad talló durante la lectura de la Declaración de Independencia en Filadelfia. "Sonaba como si fuera significativo", elogió el observador. Bush continuó el tema citando las palabras que se encuentran repujadas en la preciada campana: "En nuestros días todavía es significativo. En este joven siglo Estados Unidos proclama la libertad a través del mundo y para todos sus habitantes. Renovados en nuestra fortaleza sometidos a prueba pero no agobiados estamos listos para los más grandes logros en la historia de la libertad".
El énfasis del discurso reflejó los temas que Bush expuso en su campaña de re-elección y que fueron plasmados en la plataforma del Partido Republicano (GOP) bajo el título "Un mundo más seguro y más esperanza para Estados Unidos": el grito de batalla de los activistas del partido en las semanas desde antes de la convención nacional el pasado mes de agosto en Nueva York. Esa plataforma hace incapié en el poderío de los Estados Unidos y la expansión de oportunidades para sus ciudadanos. Auguró que un segundo término de Bush auguraría cuatro años de estabilidad para la nación y el avance de la libertad y democracia por todo el mundo.
El mismo documento daba la bienvenida a "mayor participación en todos los aspectos del proceso político" a los estadounidenses residiendo en territorios de los Estados Unidos. En lo que respecta específicamente a Puerto Rico, la plataforma apoyó el derecho de la isla a convertirse en estado de la Unión "después de libremente determinarlo" y la obligación del Congreso de proveer a los puertorriqueños con "opciones constitucionalmente válidas para lograr un status permanente no-territorial..." Tal referendum, se indicó en la plataforma, debe contar con el "auspicio del gobierno de los Estados Unidos".
La pregunta para los puertorriqueños, en ese segundo día del segundo término de George W. Bush, es si las promesas de la plataforma de un proceso de status para la isla se traducirán a acción política o si el estancamiento que caracterizó el primer período de gobierno de Bush se extenderá también al segundo.
El Presidente cuenta con el mecanismo necesario para hacer avanzar el proceso, si así lo quiere. Su Grupo de Trabajo sobre el Status de Puerto Rico, que comprende de representantes de agencias federales claves, se reunió y celebró audiencias el año pasado y podría acelerar sus deliberaciones, si el Sr. Bush lo requiriera. El Grupo de Trabajo ha sido encargado con la tarea de definir las opciones disponibles a Puerto Rico bajo la Constitución de los Estados Unidos. Se presume que sus conclusiones pasarán a formar parte de una iniciativa legislativa de la Casa Blanca que se presentará al Congreso para ser ejecutada.
Tal movimiento acelerado de la auto-determinación para Puerto Rico contribuiría al legado del Sr. Bush como el que finalmente apoyó con acciones sus declaraciones y las de sus familiares a favor de la soberanía para Puerto Rico.
El establecimiento de un legado, se dice, es una prioridad no expresa de todo Presidente que se desempeña en un segundo término.
Esta semana los lectores del Herald tienen la oportunidad de aventurar su predicción en torno a este asunto. ¿Apoyará o no el Presidente George W. Bush, en su segundo término, la auto-determinación para Puerto Rico?
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