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THE SAN JUAN STAR

Día de Homenaje a los Caídos: Una reflexión sobre nuestros héroes

por Contralmirante Kevin Green

29 de mayo de 2000
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El día de hoy nos da una oportunidad para reflexionar. La conmemoración que conocemos como Día de Homenaje a los Caídos (Memorial Day, en inglés) tiene su origen poco después de la Guerra Civil Americana, cuando las viudas de los confederados comenzaron a reunirse cada primavera para depositar ofrendas florales sobre las tumbas de sus muertos de guerra. La práctica se extendió rápidamente en el país que acabada de reunificarse, obteniendo eventualmente el apoyo de los grupos de Veteranos de las Fuerzas Armadas, quienes consiguieron que el 30 de mayo fuese designado feriado nacional, entonces llamado "Decoration Day".

 Aunque el nombre cambió y se haya fijado el feriado en el día lunes para permitir una pausa de tres días en el último fin de semana de mayo, el propósito del Día de Homenaje a los Caídos se mantiene inalterado. Nos brinda una ocasión para reflexionar sobre las grandes bendiciones que nos ha concedido la libertad, bendiciones ganadas noblemente, por las que lucharon y murieron con valentía millones de marineros, soldados, aviadores, infantes de marina y guardias costeros, entre los que se encuentran 200 mil orgullosos puertorriqueños.

Algunos de nosotros todavía recordamos al gran líder espiritual de las décadas del '40 y el '50, el Obispo Fulton J. Sheen. El 6 de abril de 1941, mientras Europa estaba en plena guerra y comenzaba el conflicto en el Pacífico, el obispo Sheen habló a su vasta audiencia radiofónica sobre de la posibilidad de que los Estados Unidos entraran en guerra. Dijo: "Queremos la paz; pero no existe sin sacrificio. La paz no es una virtud pasiva sino activa. Nuestro Señor nunca dijo "benditos sean los pacíficos", sino "benditos sean los pacificadores".

Los ciudadanos estadounidenses nacidos y criados después de la Segunda Guerra Mundial se han acostumbrado a que nuestros militares siempre sean más fuertes que los otros. Nos resulta difícil comprender la magnitud de la victoria ganada por las fuerzas de la libertad en la Segunda Guerra Mundial.

La democracia estaba contra las cuerdas en 1941; muchos creían que era un experimento fracasado, que carecía de voluntad para defenderse a sí misma contra las agresivas fuerzas del totalitarismo. Durante los oscuros primeros meses de la guerra, parecía que los críticos tenían razón. Los aliados fueron efectivamente desalojados del continente europeo por la Alemania Nazi, y la Marina Imperial Japonesa dominaba el Pacífico. En abril de 1942, más de un millón de toneladas de buques aliados fueron hundidas en el Atlántico por los alemanes.

Los Estados Unidos y nuestros aliados de todo el mundo encontraron la fuerza de voluntad para recuperarse, pero la victoria tuvo un precio, un precio medido en vidas, no sólo en dólares. Vidas que culminaron prematuramente y otras que fueron afectadas para siempre. Y aún hoy, nosotros las recordamos.

Más de 2000 nombres de orgullosos hijos de Puerto Rico están grabados en el Monumento a los Caídos de San Juan, como testimonio permanente de que sacrificaron sus vidas defendiendo a los Estados Unidos. Cuatro puertorriqueños recibieron la Medalla de Honor, nuestra más alta condecoración militar. Fernando Luis García, Carlos James Lozada, Eurípides rubio y Héctor Santiago Colón... estos valientes hombres sabían que, como dijo el Obispo Sheen, la paz es una virtud activa, y que la libertad no es gratuita.

También debemos reflexionar y enorgullecernos de dar nuestro apoyo a quienes levantaron la bandera de los que cayeron, entre quienes se encuentran 3000 marineros e infantes de marina de Puerto Rico, que actualmente prestan servicio activo como miembros de la Marina y del Cuerpo de Infantes de Marina.

En todo el mundo, hijos e hijas de Puerto Rico custodian, patrullan, hacen guardia en los puestos y vuelan en misiones. Lo hacen con orgullo y voluntariamente. Pero las privaciones y sacrificios del servicio militar son cada vez menos familiares para muchas personas en Puerto Rico y en el resto de los Estados Unidos; esta es una tendencia poco saludable en una democracia, tendencia que estamos tratando de revertir. Pero necesitamos la colaboración de todos los ciudadanos.

Trabajamos duramente para mantener las mejores fuerzas armadas del mundo; se nos provee de equipo y entrenamiento de calidad insuperable. Pero nuestra grandeza militar no se basa en las cosas sino en la gente y en su espíritu, y sólo puede perdurar si es alimentada por toda la nación. El servicio militar debe seguir siendo una noble virtud. Y todos debemos contribuir para que así sea.

Asimismo, debemos llevar en nuestros corazones y en nuestras plegarias a los valientes hombres y mujeres que están en destinos peligrosos, especialmente en el Adriático, en el Pacífico Occidental y el Golfo Arabe. Pueden existir legítimas discordancias en nuestra comunidad sobre nuestras acciones, el debate saludable es una de las muchas libertades de las que disfrutamos como pueblo libre. Pero no puede haber desacuerdo respecto la necesidad de apoyar a quienes llevan a cabo las misiones. Ellos son nuestro tesoro nacional, no se merecen otra cosa.

Benditos sean los pacificadores, del pasado y del presente. Me gratifica la reverencia de Puerto Rico por aquellos que buscaron activamente la paz, y estoy igualmente agradecido por el permanente apoyo que ustedes brindan a quienes les ha sido impuesta esa importante tarea.

Los héroes del mañana hoy están de guardia, respondiendo con altruismo el llamado de nuestra nación. Renovemos nuestra dedicación hacia ellos y hacia la valiosa libertad que bravíamente protegen.

El Contralmirante Green es el Comanda de Comando Sur de las Fuerzas Navales de los Estados Unidos, con base en Roosevelt Roads.

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