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SUN-SENTINEL, FT. LAUDERDALE

Los partidarios de la Marina se sienten ignorados

por Deborah Ramírez

14 de mayo de 2000
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En un encantador atardecer, fui invitada a escuchar otra versión sobre Vieques y la Marina estadounidense.

La escena me recordó al Pacífico Sur. Un grupo de habitantes de Vieques que simpatiza con la Marina me invitó a su casa en una exuberante y verde colina con vista a la bahía. Soplaban los vientos alisios y el sol se ponía en el valle.

Luis Sánchez, un guardia de seguridad civil de la Marina, y media docena de simpatizantes me explicaron porqué ellos piensan que los ejercicios militares con fuego vivo no afectan su enclave tropical, que duplica el tamaño de la isla Sanibel.

"Esas son todas mentiras", expresó Sánchez, organizador de varias marchas de apoyo a la Armada. "Quienes le quitaron la paz a Vieques no fueron los militares, sino los activistas".

La conversación tuvo lugar unas tres semanas atrás, poco antes de que unos 200 activistas, en su mayoría independentistas, fueran desalojados del polígono de tiro de la Marina.

El grupo que apoya a los militares está preocupado porque los medios, en especial la prensa puertorriqueña, no le prestan mucha atención. No les gusta que Vieques se haya convertido en un símbolo de la causa independentista, a la cual se oponen. Argumentan apasionadamente, en español, que como ciudadanos americanos se sienten agraviados por los esfuerzos para expulsar a la Marina de su tierra.

Pude entender como se sentían. Pero no pude comprender porqué no estaban más preocupados por los efectos que medio siglo de bombardeos y cañonazos provocaron en el medio ambiente, para no mencionar los perjuicios a la economía. Vieques es pobre y el hecho de que la Marina es propietaria de dos tercios de las tierras, no deja espacio para el crecimiento. Existen preocupaciones por la contaminación, y la tasa de cáncer de Vieques, que es superior a la tasa general de Puerto Rico.

La respuesta se parece a la negación. Los ejercicios bélicos no causan contaminación, me respondieron, y lo que se dice sobre el cáncer es una exageración.

Me explicaron que la Marinaa fue la primera en brindar ayuda tras un trágico huracán. Escuche cómo los voluntarios militares distribuían juguetes para los niños pobres en Navidad.

Aplaudo a la Marina por su ayuda luego del huracán. Pero si me dieran a elegir, preferiría que los niños de Vieques no recibieran juguetes ni bombas.

Les dije que si esto estuviera sucediendo en los Estados Unidos, los americanos no dudarían un instante en quejarse. Nadie se mantendría estoico si sus hogares se sacudiesen, las escuelas vibrasen, y el sueño fuera interrumpido por el sonido de bombas y rugientes jets de caza, y la economía estuviera siendo afectada. La gente le exigiría a sus representantes en el Congreso que hicieran algo al respecto, de inmediato. Ciertamente, los residentes de Vieques tienen el mismo derecho a defenderse.

Me miraron estupefactos.

Una de las mujeres dijo algo que me hizo entender su forma de ver las cosas.

"El uso militar de estas tierras es nuestra contribución", a cambio de la ayuda estadounidense, explicó la maestra Matilde Pena.

Ellos estaban agradecidos por sus trabajos, a pesar de que la Marina emplea sólo al 5% de la fuerza laboral de Vieques. La mayoría de las personas en esa habitación trabajaban o estaban relacionadas con alguien que era empleado de la Marina. Sus madres y abuelas se habían ganado la vida lavando y planchando uniformes militares.

Pero estaban hablando de algo más que empleos. Estaban agradecidos por la ayuda alimentaria estadounidense que habían recibido en tiempos difíciles o por las fondos provenientes de becas federales que les habían permitido enviar a sus hijos a la universidad.

Puerto Rico, como Estado Libre Asociado de los EE.UU., recibe ayuda federal sin pagar impuestos federales. Sus residentes no votan en las elecciones presidenciales ni pueden elegir representantes con voto en el Congreso, pero han combatido en todas los conflictos bélicos en los que intervinieron los EE.UU. desde la Primera Guerra Mundial. El mercado puertorriqueño ocupa el 10º puesto a nivel mundial para los productos estadounidenses.

Para estos Viequenses, la Marina representa seguridad. Si esto significa padecer inconvenientes o estar expuestos a algo que podría ser perjudicial, ese es el precio que tienen que pagar.

Por un instante, vi al colonialismo cara a cara. Nunca me había detenido a observar toda su fealdad.

Lo peor fue que me gustaban las personas con las que estaba hablando. Las hallé serias, decentes, amables, trabajadoras y conservadoras. Me recordaron a mi propia familia en Puerto Rico.

La estadidad es un remedio para el dilema colonial de Puerto Rico. Pero la estadidad no puede ser un acto de mendicidad.

Los simpatizantes de la Marina son la contracara de quienes se oponen a la presencia de la Armada, aquellos que no quieren negociar sobre un referéndum que podría marcar la partida de los militares de Vieques dentro de tres años. Descubrí que hay muchas personas decentes y llenas de principios en ambos lados. Vieques merece la cooperación de ambos.

Deborah Ramírez recibe e-mails en la siguiente dirección: dramirez@sun-sentinel.com

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