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NEW YORK TIMES

La Marina no necesita Vieques

por Pedro Sanjuan

2 de mayo de 2000
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MOUNT VERNON, N.Y. - Con su dura postura contra los manifestantes de la isla puertorriqueña de Vieques, la administración Clinton aparentemente decidió que mantener la muy pregonada imagen de los demócratas como el partido del pueblo es menos importante que respaldar a los militares, que insisten en seguir usando Vieques para sus prácticas de tiro aunque a quienes allí viven no les guste.

Pero existen alternativas a forzar a los isleños puertorriqueños a coexistir con el fuego vivo y el entrenamiento de armas de la Marina. Y una administración anterior, republicana, demostró voluntad para buscarlas.

En 1975, el presidente Gerald Ford firmó una orden ejecutiva, que fue leída a multitudes jubilosas en Culebra, otra isla puertorriqueña, por la cual se ponía fin a su utilización como campo de tiro de la Marina y se reconocía que "los Estados Unidos le deben mucho al pueblo de Puerto Rico por sus sacrificios en nombre de nuestra seguridad nacional". A las celebraciones se unieron oficiales del Departamento de Defensa, el gobernador de Puerto Rico y el senador demócrata Henry M. Jackson.

Culebra, que por entonces tenía 1000 habitantes, es tan pequeña que la recorrí, a paso lento, en menos de una hora. Melvin Laird, Secretario de Defensa en 1975, apoyó con firmeza los pedidos puertorriqueños para que cesaran las prácticas de tiro en la isla; otro tanto hicieron otros tres reconocidos republicanos en el Departamento de Defensa: Robert Ellsworth, Lawrence Eagleburger y Willian Clements.

Vieques es mayor -52 millas cuadradas- y dos tercios de su superficie pertenecen a la Marina. Pero incluso de la pequeña Culebra, la Marina tuvo que ser sacada de su "vital" campo por las malas y en medio de lamentaciones. Como jefe de un grupo que trabajó para encontrar la manera de expulsar a la Marina, encontré varios campos de tiro alternativos, deshabitados y accesibles, entre ellos la cercanas Mona Island y Dog Island, locaciones que permitirían que la Marina disparara sus proyectiles sin inconvenientes. La Armada consideró que todas ellas eran inaceptables. Mona tenía una rara especie de tortugas en vía de extinción; Dog Island era una propiedad colonial británica y otras presentaban distintos inconvenientes.

Le hicimos el juego a la Marina durante un tiempo. ¿Para qué discutir sobre tortugas cuando podíamos estar trabajando para sacar a la Armada de la isla? Viajamos a Londres y conseguimos que se aprobara el alquiler de Dog Island si la Marina de Guerra lo consideraba necesario.

Durante las maquinaciones concebidas para facilitar que la Marina se tragara esta pequeña pero amarga píldora, el señor Laird, sus principales colaboradores y las personas que trabajaban en la seguridad nacional reconocieron que era inevitable que una vez resuelta la situación de Culebra, comenzaran las protestas en Vieques, y que el entrenamiento realizado allí sería el siguiente en tener problemas. Sin embargo, antes de que se iniciaran las protestas, el presidente Ford terminó su mandato.

La Marina mantuvo firmemente que tenía el privilegio de bombardear las playas puertorriqueñas por derecho de conquista (1898 ), un derecho que no ha reclamado, por ejemplo, en Martha’s Vineyard, que podría haber sido un excelente substituto para Vieques, con playas igualmente bellas.

Las mismas islas deshabitadas que yo encontré, todavía existen, lo suficientemente cerca para que la Marina desembarque y efectúe sus prácticas de tiro. Después de que los manifestantes hayan sido debidamente desalojados de Vieques, todavía dependerá del poder presidencial que se encuentre una solución decente para dar satisfacción a seres humanos que tienen el derecho a caminar libremente en sus playas nativas.

Pedro A. Sanjuan prestó servicios en el Departamento de Defensa durante la gestión de Gerald Ford y en el Departamento del Interior, en la presidencia de Ronald Reagan.

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