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SUN-SENTINEL

Frustrados y hartos los manifestantes consideran que las discordias sobre los ejercicios bélicos no serían toleradas en el territorio continental de los EE.UU.

por Debora Ramírez

29 de abril de 2000
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Surrealista es el único adjetivo que puede describir la escena que presenta el campo de tiro de la pequeña isla, en uso desde hace 60 años.

Pasa de playas con blancas arenas y ondeantes palmeras a lagunas secas y proyectiles sin detonar clavados en el barro.

En un abrir y cerrar de ojos, se cambia de una foto del paraíso a una postal del infierno.

Rubén Berriós añade su presencia a este extraño paisaje. Formado en Oxford, Berriós es ex presidente del Partido Independentista Puertorriqueño y senador retirado.

Durante más de un año, Berriós, que tiene 60 años, ha hecho del campo de tiro su hogar. Junto con otros, lidera una campaña de desobediencia civil contra la Marina de Guerra, iniciada por la muerte accidental del guardia civil David Sanes Rodríguez durante un bombardeo en Vieques.

Al cumplirse el primer aniversario del accidente, el 19 de abril, Berriós habla sobre la Armada y los habitantes de la isla; el nacionalismo puertorriqueño y las estampillas de alimentos de los EE.UU., y sobre su probable arresto por policías federales. Pero, para comenzar, lee en voz alta unas pocas líneas de Don Quijote de la Mancha.

"La libertad, Sancho, es el don más preciado que el cielo le ha otorgado a los hombres", dice Berriós, citando a Miguel de Cervantes bajo un toldo verde que lo protege del sol. "Ningún tesoro enterrado bajo la tierra u oculto en el mar se le puede comparar".

Berriós presenta rasgos quijotescos ya que combate a la Armada más poderosa del mundo. Pero él y los otros manifestantes creen que están luchando por una causa justa.

Es probable que pronto sean arrestados. La Procuradora General de los Estados Unidos, Janet Reno, que envió agentes federales para sacar a Elian González de la casa de sus familiares en Miami, podría decidir que ahora le llegó el turno a los manifestantes.

Las señales, sin embargo, son ambivalentes. El lunes, fuentes anónimas del gobierno federal manifestaron que la operación para desalojar a los ocupantes del campo y permitir que la Marina reanude su entrenamiento podría comenzar en pocos días. El martes, la Armada informó que el grupo del USS George Washington no entrenará en Vieques a mediados de mayo como estaba previsto, debido a la presencia de manifestantes.

En medio de la incertidumbre, una cosa es clara, Puerto Rico, Estado Libre Asociado (ELA) de los EE.UU. con casi 4 millones de habitantes nunca vio nada parecido al furor por Vieques.

La campaña para expulsar pacíficamente a la Marina de la isla, que es parte de Puerto Rico y se encuentra a ocho millas de su costa occidental, ha quebrado las divisiones políticas y sociales.

Sacerdotes ofician la Santa Misa en una improvisada capilla junto al mar, donde un año atrás las tropas practicaban desembarcos anfibios. Agua bendita es esparcida donde solían caer las bombas. El arzobispo de San Juan, Roberto González, da sermones sobre la desobediencia civil. Bobby Kennedy Jr. es la última celebridad que visitó los campamentos de los manifestantes. Hasta el cantante pop puertorriqueño Ricky Martin pidió que la Marina deje de bombardear Vieques.

Los manifestantes están dispersos en 14 campamentos esparcidos en las playas y en los asoleados terrenos. Berriós se encuentra en uno de los enclaves más antiguos. Los voluntarios católicos tienen su campamento, y también los protestantes, las asociaciones gremiales, los pescadores y los socialistas.

Para el gobierno de los EE.UU., Vieques es una cuestión de seguridad nacional. Es el único lugar en el mundo donde la Flota Atlántica entrena con bombardeos reales, fuego de artillería, asaltos anfibios y ejercicios agua-tierra, de manera simultánea. El Pentágono afirma que este entrenamiento es esencial para la preparación de las tropas.

Para Puerto Rico, es un tema de derechos civiles y ciudadanía de segunda categoría. Unos 10 mil residentes de Vieques tienen restringido el acceso al centro de la isla, de 20 millas de longitud. La Marina posee dos tercios de la isla de Vieques desde 1941. Sus ejercicios producen polvo, ruido y contaminación, y la mayoría de los isleños, que son ciudadanos estadounidenses, considera que dichos ejercicios no serían tolerados en las cercanías de una comunidad del territorio continental de los Estados Unidos.

Los manifestantes como Berriós están dispuestos a ser arrestados por una cuestión de principios, pero también por estrategia. Su razonamiento es que si los agentes federales vienen, ellos ganan; y si no vienen, también ganan. Cuanto más tiempo permanezca inactivo el campo de tiro, más difícil será para las autoridades militares probar que Vieques es irremplazable.

"La Marina pierde de todos modos", dice Berriós, quien después de un año no tendría inconvenientes en cambiar su existencia al estilo Robinson Crusoe por una prisión con aire acondicionado y agua corriente. Berriós pasó los primeros nueve meses en una carpa y ahora vive en una choza.

El partido que Berriós representa siempre ha sido pacífico y sus seguidores parecen más preocupados por los puertorriqueños más radicalizados que por los "marshals" federales.

Los extremistas del campo, que hablan de resistirse al arresto con armas de fuego o esconderse en la vegetación, son la carta más peligrosa. La violencia podría traer el apoyo popular para la campaña pacífica que se está viniendo abajo.

Este es el drama del momento. Pero también existe un cuadro más amplio. Vieques encarna el debate sobre lo que significa ser puertorriqueño contra lo que significa ser americano.

Dos tendencias políticas han marcado la isla en las décadas recientes. El apoyo para que Puerto Rico se convierta en un estado creció; también la afirmación de una identidad nacional puertorriqueña. Estos sentimientos tienen raíz en los últimos 102 años. Hubo una época antes de la constitución de 1952 en la que los residentes podían ser arrestados por portar la bandera puertorriqueña en su propia patria.

Los dirigentes partidarios de la estadidad, que en su mayoría son republicanos, argumentan que es posible tener un estado 51 con un lenguaje, cultura y autodefinición diferentes. Pero para la mayoría de los americanos, esto constituiría un anatema.

La realidad es que Puerto Rico depende de los Estados Unidos. Sus residentes obtienen $ 5 mil millones anuales en ayuda federal. Esto ayudó a incrementar el ingreso per capita de la isla a $ 9.000, el más alto de su historia. Pero todavía es la mitad del ingreso de Mississippi, el estado más pobre de la unión.

Resulta claro que Puerto Rico le tiene miedo a la independencia, pero podría ser muy diferente ingresar como un estado.

Yo no tengo las respuestas. Cuando se presente el momento, esto es algo que cada puertorriqueño debe decidir, con la ayuda del Congreso que deberá definir las opciones.

En este sentido, Vieques puede ser una prueba de trajes para una difícil decisión a tomar en el futuro.

Por ahora, la decisión se centra en si debe continuar la resistencia pasiva o participar en un referéndum propuesto por el presidente Clinton, que permitiría que la Marina permanezca en Vieques como mínimo tres años más.

A mi modo de ver, Vieques es una lucha entre los poderosos y los mansos. Es hora que los mansos hereden la tierra.

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