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ORLANDO SENTINEL

La controversia de Vieques crea una percepción errónea sobre Puerto Rico

por Myriam Márquez

24 de abril de 2000
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El senador puertorriqueño Kenneth McClintock, partidario de la estadidad, quiere disipar una percepción errónea que según él está creciendo entre los americanos:

"Los puertorriqueños no son antiamericanos", expresó la semana pasada durante una visita aquí.

¿Por qué pensarían eso los americanos?

El apoyo popular en Puerto Rico para que la Marina se retire de la pequeña isla de Vieques, donde un guardia civil murió accidentalmente durante un ejercicio de bombardeo de la Marina hace un año, agitó la situación durante meses. Las pasiones fueron lejos. Los puertorriqueños de diferentes banderías -aquellos que defienden el actual status de la isla, el ELA, los partidarios de la estadidad y el 3 ó 5% que quiere la independencia- acordaron por abrumadora mayoría que la Marina debía marcharse.

Por una buena razón. Hace más de una década, la Marina había prometido reducir la contaminación sonora, limpiar el devastado medio ambiente y llevar desarrollo económico a quienes viven en las proximidades de la base. La Marina nunca cumplió su palabra por completo, y los puertorriqueños, con razón, se sintieron usados una vez más.

Finalmente, el presidente Clinton ofreció un acuerdo que dispone el cierre del campo de tiro de la Marina en Vieques en el plazo de tres años, reduce a la mitad el número de ejercicios militares y prohibe el uso de munición real o "viva". La mayoría de los puertorriqueños, sostuvo McClintock, continuó con su existencia normal.

En febrero, por ejemplo, El Nuevo Día, el principal diario de Puerto Rico, dio a conocer una encuesta según la cual el 60 % de los entrevistados respondió que podía "vivir con el acuerdo", argumentó el senador.

Sin embargo, algunas protestas contra el acuerdo continúan convirtiéndose en titulares de los periódicos americanos. Recientemente, por ejemplo, USA Today se ocupó de quienes manifestaron por Vieques en Washington. "Hubo unas 200 personas en esa manifestación", añadió McClintock. "Tuvimos 80 mil personas frente al Capitolio de San Juan en marzo" en una marcha a favor de los EE.UU., pero eso no obtuvo mucha cobertura periodística fuera de Puerto Rico, manifestó McClintok.

Las preocupaciones de McClintock van más allá del tratamiento de esta materia en los medios de comunicación. Como a muchos otros partidarios de la estadidad, le preocupa que el Congreso continúe ignorando la cuestión de la autodeterminación de los puertorriqueños, y que el tema de Vieques se convierta en un cómoda excusa para justificarlo.

Es más, el Estado Libre Asociado correría el riesgo de perder su justa participación en algunos programas de ayuda federal y financiación pública si los críticos parlamentarios de Puerto Rico deciden remendar formulas de financiación que ya resultan poco favorables a la isla, en parte debido al hecho de que los puertorriqueños no pagan tasas federales a las ganancias.

Es claramente injusto que, luego de 100 años de control estadounidense sobre Puerto Rico, los 4 millones de personas que allí viven, y aquellos que nacieron allí todavía no puedan hacer oír su voz sobre el destino del país. El Estado Libre Asociado, la estadidad o la independencia no pueden ser determinados exclusivamente por el Congreso. Un plebiscito "no vinculante" en Puerto Rico no satisface a nadie.

Los puertorriqueños, que como ciudadanos americanos. hemos luchado valientemente en las guerras de los EE.UU., merecemos en primer lugar votar sobre la cuestión del status. El Congreso debe respetar ese voto, realizando a continuación las audiencias necesarias y garantizando su propia votación. De no ser así, pasarán otros 100 años sin que se resuelva la cuestión.

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