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Puerto Rico Perfil: Raúl Juliá
11 de febrero de 2000
Marca Registrada © 2000 THE PUERTO RICO HERALD. Todos los
derechos reservados.
El reconocido psicólogo
de niños Erik Erickson dijo en una oportunidad que nuestras
vidas son la realización de los sueños de nuestros
padres.
El padre de Raúl Juliá soñaba en llevar
pizza a Puerto Rico. De hecho, su padre hizo realidad ese sueño
cuando añadió pizza al menú de "La Cueva
del Chicken Inn", el restaurante con ese extraño nombre
que tenía en San Juan. Su hijo luego comentaba que era
la "mejor pizza que jamás hayan comido".
El éxito de "La Cueva del Chicken Inn" le
proporcionó a Raúl Juliá mucho más
que pizza. Abrió el camino para poder ir tras sus propios
sueños que lo llevaron a convertirse en uno de los mejores
actores norteamericanos de su generación. Durante 30 años,
trabajando en teatro, cine y televisión, desafió
y deleitó numerosas audiencias con sus complejas y a menudo
cautivantes actuaciones.
Raúl Rafael Carlos Juliá y Arcelay nació
en San Juan el 9 de marzo de 1940. Durante su juventud la isla
gozó de prosperidad sin precedentes y el negocio de su
padre fue particularmente exitoso.
Esa seguridad económica permitió una excelente
educación para el joven Raúl. Primero estudió
con monjas norteamericanas con quienes empezó a aprender
el inglés. Luego pasó al riguroso curriculum clásico
de los jesuitas en la escuela superior de San Ignacio de Loyola.
Finalmente cursó estudios en la Universidad de Puerto Rico.
Raúl Juliá descubrió el arte dramático
temprano en su carrera académica comenzando con su primer
papel teatral en el primer grado. "Desde entonces fue mi
pasión", comentó para la revista Cigar Aficianado
en 1993. "Sabía que había algo especial en
el teatro para mí... algo más allá de la
realidad normal, algo que podía penetrar y trascender para
convertirme en algo más que yo mismo".
Al graduarse de la universidad Juliá tuvo que lidiar
con una difícil decisión entre lo que sus padres
querían y lo que él quería. Ellos querían
que continuara en la facultad de leyes. Por último, igual
que muchos otros puertorriqueños aspirantes a carreras
como actores, partió hacia Nueva York.
La llegada de Raúl Juliá a Nueva York en 1964
fue muy propicia. Durante más de una década José
Ferrer, otro puertorriqueño, se había destacado
como estrella del teatro y cine. Apenas dos años antes,
en 1962, otra puertorriquela llamada Rita Moreno ganó un
Oscar por su actuación como Anita en la película
West Side Story.
Si bien esos actores abrieron camino para Raúl Juliá,
también le hicieron entrega de un desafío implícito
de elevarse por encima de los estereotipos de los puertorriqueños
que se habían forjado con producciones tales como West
Side Story.
Juliá tuvo suerte, cuando poco después de su
llegada a Estados Unidos conoció a un hombre que estaba
re-inventando el teatro en Nueva York. Jospeh Papp quería
tomar las obras clásicas, particularmente las de Shakespeare,
y llevarlas a la calle para crear un tipo de teatro en el cual
"todas las voces, ritmos y culturas del país pudieran
mezclarse". Fue entonces que estableció el mundialmente
famoso Festival de Shakespeare de Nueva York que continúa
presentando funciones gratis de obras de Shakespeare en el Parque
Central todos los veranos, así como el Teatro Público,
lugar de origen de espectáculos muy progresistas como Hair
y recientemente el gran éxito Bring in 'Da Noise,
Bring in 'Da Funk.
Joseph Papp también ofreció a Raúl Juliá
su primera oportunidad con el papel del protagonista en la obra
de Shakespeare Titus Andronicus. Se entabló entre
ellos una amistad que duró hasta la muerte de Papp en 1991.
"Éramos como padre e hijo", dijo Juliá
en 1993. "Vio lo que yo podía ofrecer. No le importó
mi descendencia étnica o lo que fuera... Era un gran hombre
con gran visión".
Con el apoyo de Papp, Raúl Juliá se convirtió
en una estrella de Broadway. Fue nominado para cuatro premios
Tony por actuaciones que demostraron su increíble rango
de talento y su rechazo a verse caracterizado como un actor "puertorriqueño":
la obra de Shakespeare Two Gentlemen of Verona (1972),
Where's Charley? (1975), The Three Penny Opera (1977)
de Kurt Weill, y Nine (1981), un musical basado en la película
8_ de Federico Fellini.
Si bien el teatro
era su medio de expresión predilecto, el cine presentó
a Raúl Juliá a una audiencia mucho más numerosa.
Su primera película fue en 1972, pero no fue hasta la década
de los 80 cuando surgió, según un autor, como "la
no estrella de las películas de estrellas". Juliá
no alcanzó la fama actuando en las películas más
taquilleras sino valiéndose de sus talentos en proyectos
que cautivaban su corazón como El beso de la mujer araña
(1985) y Romero (1989). Esta última película
fue el relato verdadero del Arzobispo Oscar Romero de El Salvador
que murió como mártir en 1980 por haber emitido
fuertes críticas contra un régimen corrupto.
Juliá también actuó en películas
muy populares. Desempeñó papeles en películas
de acción con Mel Gibson (Tequila Sunrise) y Jean-Claude
Damme (Street Fighter); y en la película dramática
Presumed Innocent con Harrison Ford. También se
destacó como cómico en Moon Over Parador con
Richard Dreyfus y la extremadamente exitosa película
Addams Family.
En 1994, en la cúspide de su carrera, Raúl Juliá
murió repentinamente de un ataque cardíaco. Tenía
54 años y dejó a su esposa que fue su compañera
durante 28 años, dos hijos, y una multitud de aficionados
atónitos.
Raúl Juliá se hecha de menos, no sólo
por sus actuaciones, sino también por su carácter
filantrópico. Fue un apasionado promotor de Hunger Project,
una fundación dedicada a eliminar el hambre a nivel mundial.
Durante 17 años fue el vocero para el Proyecto. "Hay
38,000 personas muriendo por hambruna a diario y en su mayoría
son niños", dijo a la revista Elle en 1987.
"En calidad de estrella de cine comunicó todo lo
que puedo sobre esa situación".
En honor a su gran apoyo al Hunger Project, el Fondo Raúl
Juliá para Terminar con el Hambre se estableció
en 1994. Además, sus esfuerzos inspiraron al Hunger Project
a expandir sus operaciones hacia Latinoamérica comenzando
en 1997.
En algún momento en su corta vida, tal vez mientras
disfrutaba de una de las pizzas de su padre, Raúl Juliá
llegó a la conclusión de que todo es posible. Eso
le confirió un sentido de seguridad que lo convertió
en un gran actor que logró el éxito sin tener que
sacrificar nunca su integridad ni su herencia puertorriqueña.
Más aún, fue la convicción que lo convirtió
en un gran activista convencido de la posibilidad de lograr un
mundo en el que nadie sufre de hambre.
Parte de la información para este artículo
fue extraída del sitio Raúl Juliá Online:
http://www.geocities.com/~rauljulia
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