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THE SAN JUAN STAR
La isla es caudal de talento irreconocido
por Barbara Le Blanc
3 de octubre de 1999
Marca Registrada © 1999 THE SAN JUAN STAR. Todos los derechos
reservados.
Admito que como fanática de deportes, soy un poco inestable.
Hace 17 años, unos colegas me invitaron a asistir al Parque
Fenway, el último día en el campo del querido jardinero
de las Medias Rojas, Carl Yastrzemski. Me pasé el juego
leyendo una revista mientras 33,000 y otros tantos espectadores
exclamaban y gritaban, un hecho que mis amigos todavía
no me dejan olvidar.
En cuanto al boxeo, lo evito del mismo modo que evito las películar
violentas. Y observar las masacres en Die Hard 2, no le salpicará
la sangre, por más cerca que usted se ubique a la pantalla.
No es necesario decir, entonces, que he encontrado difícil
de entender el alboroto de Puerto Rico sobre Tito Trinidad.
Vivimos en un mundo en donde los héroes ataviados con
Nikes siempre obtienen las aclamaciones más grandes. Eso
me deja fuera de acción para empezar. Pero mi confusión
con respecto a la reacción del triunfo de Trinidad es más
que una simple objeción a las dimensiones de la idolatría
deportiva.
Trinidad es, de todas maneras, un gran boxeador en camino hacia
lo mejor. Aunque algunos fanáticos parecían concordar
en su combate contra Oscar de la Hoya no fue, particularmente,
un buen espectáculo boxístico.
De hecho, no hay consenso sobre el hecho de que Trinidad mereciera
la decisión de los jueces sobre su triunfo.
Mientras observé todo el palpitar y la parranda, que
continuó por casi dos semanas después de la pelea,
pensé en los muchos otros puertorriqueños cuyos
logros no se proclaman porque se desempeñan en áreas
de menos brillo.
Ellos de deslizan calladamente dentro y fuera de la isla, sin
caravanas o bienvenida de héroes, aunque sus contribuciones
son significativas.
El estruendo en Puerto Rico es ensordecedor cuando una figura
del deporte trae a casa un campeonato o cuando una joven elegante
logra la corona de Miss Universe. Pero ¿qué con
respecto al curador (historiador) puertorriqueño en el
"Museo Metropolitano de Arte" de Nueva York?
¿El puertorriqueño investigador científico
de cáncer en Ohio? ¿O el mecánico de aviación
puertorriqueño que le ha impartido mantenimiento a los
aviones reales del Rey de España, el diseñador puertorriqueño
de automóviles en la Ford Motor Co. o los ingenieros de
Mayagüez entrenados en la NASA?
Mencione casi todas los campos, y a través de los años
usted encontrará a un puertorriqueño distinguiéndose
en él. Las compañías, acogidas a la Sección
936, no solamente exportan las pastillas y artefactos que producen
en las plantas de la isla.
Ellas han enviado a los gerentes puertorriqueños a altos
cargos en Estados Unidos y otras partes del mundo. Actores, cantantes
de ópera, bailarines y músicos regularmente ganan
concursos prestigiosos, sin mencionar la fama, y sin mencionar
la popular estrella pop cuyo nombre actualmente recorre el mundo.
El gobernador Pedro Rosselló tuvo reputación
nacional como cirujano pediátrico antes de convertirse
en político. El líder independentista Rubén
Berríos puede decir que tiene en común con el presidente
Bill Clinton, el haberse graduado de Georgetown, Yale y Oxford.
La élite de Puerto Rico tiende a ser impresionante:
bilingüe, educada y versada en culturas latinoamericanas,
europeas y estadounidenses. Pero no es de ellos de quienes se
sabe sobre cuán cultos pueden ser los puertorriqueños.
Eso sucedió a principio de los 80 en Holyoke, Massachusetts.
La mayoría de los puertorriqueños en esa antigua
ciudad textil son pobres y no tienen educación. Pero cuando
la familia Figueroa llegó a la ciudad, llenaron una sala
para el concierto de danzas y otra música clásica.
Ellos cerraron los ojos y vibraron con la música.
En estos días, los jóvenes puertorriqueños
no son perfectos, por supuesto. Pero, tal vez, los problemas de
la isla están muy bien delineados. El enfoque en las desventajas
de la isla, con frecuencia para el triunfo de un partido político,
es pernicioso, lo que empaña el éxito. Se traga
el autoestima.
Puerto Rico no necesita fanáticos que elaboran bombas
en Chicago para explotar algo por la patria. Los puertorriqueños
comunes hacen verdaderas contribuciones al mundo.
De hecho, los éxitos que la isla produce son más
grandes que los obstáculos que Puerto Rico enfrenta: un
sistema de educación pública débil, la desigualdad
política con los demás estados, la distancia geográfica
y los relativamente escasos recursos en general.
Así que conserven las caravanas para los boxeadores
y las Miss Universe. Tal vez se las merezcan. Pero debemos recordar
también, que ellos no solos no son la medida de la contribución
de Puerto Rico. Esa medida puede variar cada día, en trabajos
menos deslumbrantes de puertorriqueños, pero discutiblemente
más importantes, aquí y alrededor del mundo.
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