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THE NEW YORK TIMES
La latinización de América
Los latinos ganan visibilidad en la vida cultural
de los EE.UU.
por Mireya Navarro
19 de septiembre de 1999
Marca Registrada © 1999 THE NEW YORK TIMES. Todos los derechos
reservados.
HOUSTON - Lucy López tiene 72 años, pero todavía
recuerda el nombre de su primera maestra: la señorita Jones.
En el primer día de clases, la señorita Jones puso
a Lucy en un rincón por no saber contar hasta cuatro en
inglés.
Por lo tanto, cuando tuvieron hijos, Lucy y su marido, Gabriel,
ambos nacidos en Texas de padres mejicanos, les pusieron nombres
no hispanos como Debra Susan y Adam Floyd. Y siempre les hablaron
a sus hijos en inglés.
Pero para una tercera generación de López, existe
menos presión para escoger entre las dos culturas. Sofía
Angela López, una de sus nietas, pospuso su quinceañera,
el tradicional festejo de los 15 años, para poder celebrar
en cambio sus sweet 16. Ella canta en inglés en
una banda de rock alternativo y los himnos de la Santa Misa en
castellano. Cuando debate con su padre sobre historia, él
parece un mejicano en Texas y ella suena más como una tejana
con ascendencia mejicana.
"El ve América con esta actitud: 'Esto era México,
esta era nuestra tierra'", dice Sofía. "Yo siento
que fue México, pero a decir verdad, realmente no sé
cómo es México. Ahora esto es América".
La América de Sofía López es una nación
cada vez más hispana, hogar de 31 millones de personas
con antepasados de origen latino, cantidad en rápido crecimiento
que en los próximos cinco años se espera que supere
a los afroamericanos como la primera minoría, y que constituirá
un cuarto de la población nacional dentro de 50 años,
una tendencia demográfica que ha provocado al mismo tiempo
debate y celebraciones. A pesar de que los californianos votaron
a favor de poner fin a la educación bilingüe, las
revistas de noticias proclaman y aplauden la latinización
de la cultura popular.
Pero lo que el crecimiento ha logrado es "latinizar"
a muchos hispanos que ahora encuentran más fácil
afirmar su herencia. Afianzadas por los números, las generaciones
más jóvenes crecen con más orgullo étnico
y, a medida que la influencia latina comienza a ganar terreno
en el entretenimiento, la publicidad y la política, los
latinos se están haciendo visibles de una manera que permite
vislumbrar lo que su mayor presencia significará para los
Estados Unidos.
Carlos J. Guerrero, 34, un empresario de Houston nativo de
Texas, se siente tan orgulloso de su herencia que en estos días
ha encargado su primera camisa guayabera a través de Internet.
Me siento tan orgulloso de ser latino, dijo Néstor Rodríguez,
51, codirector del Centro para Investigación de la Inmigración
de la Universidad de Houston, que ya no considero más a
los tacos como una "comida de paisanos".
"No se trata de que estemos recuperando nuestra cultura
-dijo Rodríguez-, sino que ahora los tacos los come todo
el mundo".
José Alberto Medrano, 24, un estudiante de ciencia política
de la Universidad de Houston, y asistente legislativo, dejó
de hacerse llamar Albert, como venía haciéndolo
desde la escuela primaria.
"Ya no me siento amenazado por llamarme José",
dijo Medrano, nacido en Chicago. "Solía sentir que
sería discriminado, que no sería aceptado socialmente.
Ahora es bien visto ser hispano" (El año pasado, José
reemplazó a Michael como el nombre más popular para
los niños nacidos en Texas y California).
En la escuela Youth Engaged in Service College Preparatory
School, a la que asiste Sofía en Houston, un grupo
de alumnos discute qué es lo que rechazan de la cultura
de sus padres. Ellos tendían a identificar actitudes y
creencias: la profunda religiosidad, o el sexismo que limita las
aspiraciones de las niñas.
"Mi madre piensa que las niñas no deben practicar
deportes", explicó Elvia Flores, 16, que vino a los
Estados Unidos a la edad de 6 años y juega al fútbol.
Al mismo tiempo, sin embargo, no hubo ningún trazo de
vergüenza, ni miedo de parecer extranjeros por abrazar otras
partes de la cultura. Todos ellos hablaron español, aunque
algunos admitieron hacerlo pobremente. Sofía, que aspira
a convertirse en "abogada o agente del FBI", afirmó
que planea transmitir a sus hijos las tradiciones que llamó
"sentimentales", como respetar el Día de los
Muertos. Y todos ellos se sentían inspirados por los logros
de cualquier latino, ya sea Jennifer López, la estrella
de las películas puertorriqueña, o Sammy Sosa, el
ídolo dominicano del jonrón.
Ese nivel de satisfacción con su herencia es mucho más
alto que el de la generación previa. John Lantigua, un
periodista y novelista de Miami, cuyo padre era un inmigrante
cubano y su madre, puertorriqueña, explicó que sus
padres persiguieron el sueño americano en los años
'50, mudándose del Bronx a los suburbios de New Jersey
y prohibiéndole hablar español.
"Solía encontrar álbumes de recortes en
mi casa de tiempos anteriores a mi nacimiento, cuando mis padres
solían ir al Palladium y al Copacabana", recordó
Lantigua, 51. "Sabía que mis padres habían
tenido esa otra vida que a mí no se me alentaba a tener".
Muchos miembros de la generación de Lantigua reaccionaron
tratando de recuperar lo que les había sido negado, autosumergiéndose
conscientemente en la cultura latina.
"Cuando planeaba mi vida, supe que no quería vivir
así, con esa falta de contacto con una comunidad",
continuó Lantigua. "Me he pasado toda mi vida adulta
regresando, reconectándome con esa cultura".
David E. Hayes-Bautista, 53, mejicano-americano y director
del Centro de Estudio de la Salud Latina de la Universidad de
California en Los Angeles, también creció con padres
que "pensaron que lo mejor que podían hacer era protegernos
de ser latinos".
"El movimiento Chicano fue una reacción a eso",
sostuvo Hayes-Bautista. "Solíamos preocuparnos por
si un verdadero chicano comería una hamburguesa. Mi hijo
me decía: '¿Qué? Es una locura. Cómete
una hamburguesa si tienes hambre'".
"Ellos no se preocupan por perder nada. Están rodeados
de gente como ellos".
En la era de "Livin' La Vida Loca" y "Yo quiero
Taco Bell", cuando la presencia hispana es cada vez más
prominente en la cultura popular, los padres de Sofía López
se preocupan porque su hija, que está creciendo en un vecindario
hispano y asiste a una escuela mayoritariamente hispana, termine
demasiado americanizada.
"Nuestra cultura se debilita cada vez más con el
cambio de los tiempos", afirma la madre de Sofía,
Oralía López, 39.
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