|
|
Click here to see this document in English.
A las 8:51 am, hora el este, el sábado 1 de febrero del 2003, la tripulación del programa espacial de la Administración de Aeronáutica y el Espacio (NASA) se encontraba navegando sin percance alguno. El transbordador espacial Columbia (STS 107) estaba casi listo a aterrizar después de una misión de 16 días en el espacio. Su perfil telemétrico estaba siendo controlado en las pantallas del Centro Espacial Johnson en Houston, Tejas, todo era normal. Ocho minutos más tarde, el futuro del programa de exploración espacial tripulado de la NASA comenzó a ponerse seriamente en duda. Han transcurrido casi 17 años exactos desde que el transbordador espacial Challenger explotó en el aire poco después de despegar del Centro Espacial Kennedy en Cabo Cañaveral, Florida, provocando la muerte de todos sus siete tripulatnes, incluyendo a Christa McAuliffe, la primera representante de la NASA en un nuevo programa llamado "Maestros en el espacio". Después del accidente, se llevó a cabo una investigación y re-estructuración que duró tres años, a la par con un debate a nivel nacional sobre la eficiencia del programa espacial de vuelos tripulados. Muchos pusieron en tela de juicio si el transbordador espacial re-usable era la manera más efectiva y económica de lograr los objetivos nacionales en la exploración del espacio. Pero el programa del transbordador espacial se reanudó. Se contruyó un reemplazo para el Challenger destruido y se realizaron despeques y re-entradas a la atmósfera sin errores antes de comenzar nuevamente con los lanzamientos regulares que son, en promedio, unos cuatro al año. Luego, el 16 de enero del 2003, el transbordador espacial Columbia, el vehículo más antiguo de una flota de cuatro, fue lanzado desde Cabo Cañaveral con una tripulación internacional de pilotos y especialistas de misión que llevaban consigo 80 experimentos científicos que incluian desde investigaciones para el cáncer de la próstata al comportamiento de hormigas en un ambiente sin gravedad -- un proyecto diseñado por estudiantes de escuela superior en Syracuse, Nueva York. Dos miembros de la tripulación, el Comandante Rick D. Husband y el especialista de carga Michael P. Anderson, ya habían participado en misiones del transbordador. Para el piloto William C. McCool, los especialistas de misión Kalpana Chawla, David M. Brown y Laurel B. Clark éste era su primer vuelo espacial. El especialista de carga, Ilan Ramon, un veterano de guerra y altamente condecorado piloto de combate israelí, fue el primer representante de su país que se unió a astronautas estadounidenses, también un novato en el espacio. A las 8:59 am, hora del este, el último día de la misión, se perdió comunicación con el transbordador espacial Columbia, cuando se encontraba a unas 38 mil millas sobre Tejas mientras se preparaba a reincorporarse a la atmósfera terrestre para un descenso de 15 minutos a las mismas intalaciones de Cabo Cañaveral donde el Challenger sufrió su fatal destino en enero de 1986. En tierra se encontraban reunidos todos los familiares y amistades de la tripulación del Columbia, listos para lo que se anticipaba sería un aterrizare sin pormenores y un alegre recibimiento a sus seres amados. Pero no habría de ser así. Se escuchó el comienzo de una respuesta rutinaria del piloto del transbordador en el centro de control y luego silencio. Los funcionarios de la NASA no salían de su asombro. Durante varios minutos antes habían estado recibiendo datos que mostraban un aumento en la temperatura cerca del tren de aterrizaje al lodo izquierdo del Columbia, así como otras lecturas telemétricas anormales. Todo parecía ser un proceso rutinario. La misión se había realizado inpecablemente, habiéndose logrado completar importantes experimentos científicos y, debido a la diversidad étnica y nacional de la tripulación, la NASA había disfrutado de gran despliegue en los medios de comunicación. El único percance se registró 80 segundos después del lanzamiento cuando se desprendió de uno de los tanques exteriores un trozo de 3 libras que raspó contra la orilla del ala izquierda del transbordador espacial y una sección de las baldosas resistentes al calor que se encontraban en la parte inferior del vehículo. Los expertos de la NASA determinaron que no había sido un problema serio. Pero el silencio registrado en las comunicaciones con el Columbia ahora ponían en duda ese juicio. Las últimas palabras del Comandante Husband fueron "Roger, Uh...", tal vez las últimas que vuelvan a oirse jamás desde un vehículo tripulado de la NASA. Poco después de la interrupción en las comunicaciones, la tripulación del Columbia sufrió la suerte del riesgo que corre toda persona que se aventura a internarse en la hostil atmósfera del espacio. El vehículo de 89 toneladas comenzó a despedazarse, sus distintos componentes dispersándose en distintas trayectorias hasta caer a tierra a lo largo de un trecho de 500 millas que abarca desde el este de Tejas hasta Louisiana. Simultáneamente, los cuerpos de los siete astronautas pasaron a convertirse en "restos humanos" que también se esparcieron sobre el área circundante a su previos hogares y laboratorio. Casi inmediatamente, las autoridades locales y voluntarios en las zonas donde cayeron los pedazos del transbordador espacial se alistaron para encontrar y proteger las piezas a fin de poderlas someter al análisis de los investigadores de la NASA. En sólo unas horas después de la destrucción del transborador espacial, la agencia del espacio organizó un panel de revisión con sus propios científicos y equipos de respuesta a emergencias de los distintos centros de la NASA. Al día siguiente, el Administrador de la NASA, Sean OKeefe, anunció que los siete miembros independientes de la Junta de Investigación Interagencial de Percances en el Transbordador Espacial comenzarían a realizar un estudio independiente de los acontecimientos que culminaron en la desintegración del Columbia. La Junta, encabezada por el Almirante retirado, Harold W. Gehman, Jr., comprende de miembros civiles y militares con amplio conocimiento sobre las técnicas de investigación de accidentes. El resultado de ambas investigaciones se pondrá a la disposición de los funcionarios pertinentes y los miembros del Congreso. La NASA ha asegurado que la prensa se mantendrá informada de "todo lo que se sepa". El gobierno de Bush anunció que se esperarán los resultados de las investigaciones antes de llevar a cabo una revisión de los objetivos futuros de la NASA. El futuro de los vuelos tripulados bien puede que dependa de la capacidad de la NASA de descubrir rápida y acertadamente la causa de la destrucción del Columbia de modo que puedan continuarse llevando a cabo otras misiones del transbordador espacial ya programadas para un futuro inmediato. Ya se están escuchando comentarios de la comunidad científica con opiniones que el transporte de hombres y mujeres al espacio es un método marginalmente productivo de realizar investigaciones extra-terrestres. Por otro lado, dos estadounidenses y un ruso, que en la actualidad se encuentran en órbita alrededor de la Tierra en la Estación Espacial Internacional, están en espera de noticias sobre cuál será su futuro. A pesar de que cuentan con un vehículo espacial ruso Soyus estacionado en la Estación Espacial, en caso de que se necesiten para una salida de emergencia, han sido los transbordadores espaciales los que han provisto el transporte hacia el laboratorio temporal que se encuentra a millas de la atmósfera terrestre. También, las rivalidades no declaradas de los existentes programas de la NASA que compiten por fondos están propensos a recibir mayor atención a medida que se discuten los problemas del Columbia. Por ejemplo, los observadores hacen mención del programa de Exploración de Marte de la NASA que tiene como fin investigar la posibilidad de vida en el planeta rojo, como uno de los más prometedores de los objetivos espaciales de la agencia. Desde el 2001, el puertorriqueño, Orlando Figueroa, graduado del recinto de Mayaguez de la Universidad de Puerto Rico e ingeniero de proyecto de la NASA, ha estado a cargo de ese programa. Recientemente, la exploración del Odyssey envió datos a la Tierra indicando la presencia de oxígeno en la superficie marciana. Ahora Figueroa y su equipo de científicos, esperan poder encontrar agua bajo la capa superior de la superficie del planeta. La próxima etapa en la exploración de Marte será en el 2003 cuando la NASA envíe dos robots a tomar muestras de la superficio marciana. A pesar de que la destrucción del Columbia es una noticia del momento con muchos detalles que todavía tienen que aclararse, el Herald quiere darle a sus lectores la oportunidad de expresar sus opiniones sobre lo aconsejable que resulta seguir adelante con la exploración espacial tripulada. ¿Considera que debe continuarse la exploración tripulada del espacio?
Por favor, oprima aquí para sugerir sus ideas para futuras encuestas o "Temas Candentes" a tratarse. |