REPORTE DE PUERTO RICO

El verdadero problema con los alcaldes de la isla

por John Marino

7 de junio de 2002
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. JOHN MARINOLlevando una camisa pintada con poco favorecedoras caricaturas de la gobernadora y con eslóganes como protesta por sus actuaciones, el alcalde de Canóvanas, Jose "Chemo" Soto, se dio un largo paseo el martes desde su ciudad natal en las colinas al pie del bosque tropical de Puerto Rico hasta la mansión de la gobernadora en el Viejo San Juan.

Soto y un grupo de leales seguidores querían hacer patentes sus quejas a la gobernadora por dejar en un supuesto olvido las necesidades de su ciudad, incluido el lamentable suministro de agua y el gasto de $48 millones destinados a proyectos en Canóvanas para otros propósitos. A pesar del arduo viaje, el alcalde no fue recibido en audiencia por la gobernadora, aunque el Jefe del Gabinete, César Miranda dijo que estaba dispuesto a reunirse con el grupo para discutir sus problemas — una promesa que él dijo ya le había hecho a Soto varias semanas antes de que el alcalde emprendiera su largo recorrido.

Pero Soto, en cuya camisa se incluían esvásticas junto a la imagen de la gobernadora, dio de lado el ofrecimiento, llamando a Miranda "un inútil" e insistiendo en que quería hablar directamente con la Gobernadora y nada más.

Aunque la maniobra ocupó los titulares de los periódicos y recibió cobertura en las principales franjas horarias en los noticieros televisados, es poco probable que las payasadas del alcalde le ganaran las simpatías de los responsables de la administración — que evidentemente negaron sus acusaciones.

Soto, que se ganó el apodo de "Chemo Jones," una referencia al explorador Indiana Jones popularizado por Hollywood, por utilizar el personal municipal para cazar al "chupacabras" hace unos años, es uno de los alcaldes más excéntricos de Puerto Rico, pero ciertamente no es el único.

Sorprendentemente, para muchos, fue reelegido tras salir en misiones nocturnas para encontrar al "chupacabras," un misterioso ser que fue "visto" en la isla hace unos años tras haber atacado supuestamente a animales de granja.

El alcalde de Cataño, Edwin Rivera Sierra, cuyo empeño por erigir la estatua de Colon de un escultor ruso ha costado millones a su pobre comunidad, es otro responsable municipal excéntrico. Conocido como "El Amolao," o el "agudo," el alcalde fue reelegido tras varias peculiares ruedas de prensa en las que se explayó poéticamente sobre los placeres de "Palmolives," su apodo para la cerveza Heineken — lo cual provocó serias preocupaciones sobre su salud mental.

La enorme estatua de Colón yace en pedazos en un parque de Cataño que sigue cerrado al público.

Tanto Soto como Rivera Sierra tienen un cierto encanto jibaroI que sin duda les ayuda en su popularidad.

Pero sus payasadas hacen obligada la pregunta-- ¿por qué les eligen sus conciudadanos para el cargo?

Una de las razones podría ser que los 78 alcaldes de Puerto Rico tienen un poder limitado. El gobierno central dirige sus escuelas, sus proyectos de vivienda pública, muchos de sus parques, sus departamentos de policía y sus servicios médicos de emergencia.

El gobierno central también reparte los permisos de obra, los permisos de zonificación y tiene jurisdicción sobre los recursos naturales de las ciudades.

Mientras que las divertidas payasadas de algunos alcaldes hacen destacar este problema, la falta de poder municipal no es tema de risa. De hecho, la plena democracia representativa en Puerto Rico se ve obstaculizada por la falta de poder ejercido por los que ocupan los puestos en las alcaldías a lo largo de toda la isla.

El Acta de Autonomía Municipal de 1989 debía aliviar supuestamente este problema derivando los poderes que estaban en manos del gobierno central a los gobiernos municipales. Pero el proceso ha sido lento.

Solo unos pocos municipios, los grandes como Caguas, Carolina, Bayam y Ponce, han logrado la verdadera autonomía, pudiendo conceder permisos para obras de construcción y empresas y teniendo la capacidad de poner en marcha su propia normativa sobre zonificación.

La importancia de su logro es esencial para la eficacia del gobierno, ya que los promotores inmobiliarios pueden ir a los ayuntamientos para obtener los permisos exigidos, en lugar de pasar días yendo de una agencia a otra en San Juan para cumplir los requisitos.

Y los alcaldes de los municipios autónomos han empezado a poner en marca algunos cambios reales. El alcalde de Carolina, José Aponte, está construyendo su propio sistema de aguas para satisfacer las necesidades de su ciudad. El alcalde de Caguas, William Miranda Marín, está analizando sistemas de alta tecnología para la incineración de basuras para resolver las necesidades de eliminación de residuos sólidos de su ciudad. El alcalde de San Juan, Jorge Santini, quiere abrir sus propias escuelas.

En parte, la razón del lento ritmo que llevan los municipios para hacerse autónomos es que los requisitos para lograr ese status son difíciles — especialmente para las ciudades pequeñas. Un sistema financiero informatizado, con adecuados controles de auditoria acreditados por la Oficina del Interventor General, y la creación de un Plan Maestro de Zonificación, aprobado por la Junta de Zonificación, son dos de los más arduos retos a los que se enfrentan las ciudades de la isla.

Pero estos requisitos son necesarios para demostrar que los gobiernos municipales están preparados para el reto que supone la autonomía.

La verdadera razón para el lento avance es que tanto la administración del Partido Nuevo Progresista como la del Partido Popular Democrático no han logrado convertir la autonomía municipal en una prioridad.

Esta es una de las razones de la poca asistencia de público a las juntas de los ayuntamientos, lo cual permite que los miembros del consejo municipal, generalmente elegidos en el misma boleto electoral que el alcalde, no sean más que un sello de goma para las iniciativas del alcalde — sea cual sea su valía.

La verdadera autonomía llegará cuando las gigantescas agencias del gobierno del ELA, como el Departamento de Educación y el Departamento de la Vivienda se dividan en diversas agencias municipales.

Curiosamente, los auditores federales, al comentar los recientes escándalos de corrupción en ambas agencias, han sugerido esta receta para mejorar la calidad de los servicios que ambas agencias ofrecen.

Los responsables de la administración Calderón han dicho que la municipalización de estas grandes agencias era una meta a largo plazo, pero no han dado ningún paso dinámico en esa dirección.

Es una pena, porque la concesión de más poder a las ciudades revolucionaría realmente el gobierno de Puerto Rico para mejor.

Solo cuando los habitantes de las ciudades crean que tienen poder sobre el manejo de las escuelas, los sistemas públicos de vivienda y otros servicios esenciales, asumirán con firmeza esa piedra fundamental de la democracia americana — la junta municipal.

Y los alcaldes de la isla estarán tan ocupados con los aspectos básicos que conlleva el proporcionar los servicios a la ciudad como para perder el tiempo en aventuras quijotescas.


John Marino, Editor de Ciudad de The San Juan Star, escribe la columna semanal Reporte de Puerto Rico para el Puerto Rico Herald. Su dirección de e-mail es: Marino@coqui.net

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